El artificio de la escritura / The artifice of writing


miércoles, 21 de junio de 2023

Los recados del gato



La abuela manda decir con el gato que ya está bueno de vivir, que ya ha vivido demasiado y que tendrán que buscar manera de ponerla a dormir, como puso ella a dormir caritativamente, a lo largo de su larguísima vida, a varios gatos y perros y a sus tres maridos. Que ya está aburrida de despertarse desilusionada infinidad de veces cada día.

--¿Cómo que con el gato?

--Sí, mandó el recado con el gato. Bajó maullando con la misma voz filuda de ella y yo juraría que venía escaleras abajo diciendo que mandaba decir la abuela que ya estaba bueno de seguir pasando el tiempo aburrida en su butaca; la incómoda butaca, tan vieja y destartalada como sus huesos.

"Razón tiene la vieja", pensó el bisnieto, "se le pasó la mano al tiempo" y consideró varias posibles maneras de darle gusto a la bisabuela aburrida que a todos tiene aburridos de la espera.

--Vivir de más es una lata--pero nadie la oye. --Hasta las paredes se han aburrido de acompañarme.

No sólo nadie la oye sino que--salvo el gato--nadie sube a su cuarto a esciuchar qué dice cuando habla a solas. Esperan que se duerma--lo que hace a cada rato a ratos, por lo que hay que estar pendientes--para llevarle un par de veces al día lo que apenas come y bebe: un caldo, ralo como la pelusa transparente de su pelo, que no alcanza a matarla de hambre.

--Gato--lo llama y le dice: --vete a la despensa y búscame algún veneno que me mate suavemente. 

Al gato se le ponen de punta los pelos y desobedece. Nunca en sus nueve vidas había oído tal despropósito. 

Ante la falta de comprensión de su Zaratustra la vieja decide entonces proceder con el plan más complicado: el que requiere de fuerzas que tal vez ya no tenga. Trabajosamente se levanta, como lo hace cada vez que tiene que ir al baño, y camina a tientas--medio ciega está o se le olvida levantar los párpados--hasta la puerta ventana del balcón que da al jardín de las hortensias; trayecto éste interminable para sus pies que se arrastran a duras penas. Descorrer las cortinas pesadas de lo densas requiere de un esfuerzo mayor y solo puede abrirlas lo suficiente para dejar entrar al cuarto a oscuras la imagen de la luna nueva sonriente. Otro duro esfuerzo--éste para sus manos de puros huesos diminutos--es necesario para abrir la puertaventana y dejar el mínimo resquicio necesario para escurrir su cuerpo esmirriado y salir al balcón.

La magnitud de la noche y su aire brioso de primavera le producen tal placer que decide que es muy pronto todavía para echarse a volar.

Pero la brisa--o más bien el viento--le agita el camisón y o la levanta en vuelo o la arrebata con sus alas blancas o más bien la asciende a lo alto de la noche en sus talones la fúnebre lechuza que cree haber cazado una paloma.

Zoroastro maulla entre dolido y admirado. Cuando la pierde de vista entre las estrellas baja corriendo a la cocina a dar la noticia, el último recado de la abuela. Todos--hija, nietas y bisnieto--se alegran al oirlo y abren, para celebrar el portento, la botella de vino envejecido en los años de espera. 

La ocasión del brindis por fin se ha dado.



2 comentarios:

María del Carmen dijo...

Me gustó muchísimo, Santiago. Qué manejo de las atmósferas, los personajes y la trama. Una historia que en estos tiempos cobra aún mayor vigencia. Felicidades por tu cuento. Va un abrazo.

Santiago Daydi-Tolson dijo...

Gracias, María del Carmen,por tu lectura.