Duro deber del aeda
--¿Qué dios puede ahora cantar por mí tan amargos hechos?(1)--se pregunta el aeda--muda la cítara en sus manos--al llegar al pasaje más terrible de su poema bélico.
¿Retórico gesto de ansiedad para reanimar al público habituado a sus versos de heroica violencia y muerte?
¿Pone Virgilio en boca del poeta épico su propia impotencia de narrador angustiado por el horror de lo que tiene que contar para la grandeza del césar y el imperio?
Duro deber del poeta que con su voz ha de hacer cantar al aeda de los triunfadores.
(1) La eneida XII, v. 500
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