Don Baruj escribe sus memorias
Parecería adecuado comenzar estas memorias--escribe don Baruj en la primera página en blanco de una libreta nueva que ha titulado Retazos--con el primer recuerdo que se tenga, ése que se remonte a una edad probablemente no anterior a los tres años. Un recuerdo que se confunde con los sueños porque tal vez haya sido un sueño lo primero que la memoria grabó para repetidas evocaciones a lo largo de los años. Evocaciones que han hecho de esa memoria una experiencia enriquecida con el renuevo de cada instancia del onírico recuerdo.
La escena--es un momento prolongado—incluye una lámpara de pared sobre el respaldar de la cama en que estamos los tres hermanos arrebujados bajo las sábanas. Una lámpara de un vidrio plano, romboidal, de un amarillo más bien naranja o incluso de un tostado reluciente. El cuarto se ilumina de ese tono dorado, como de ámbar: no hay luz de afuera. Frente al espejo ovalado del tocador mamá se maquilla lentamente. Eso es todo, que no es poco.
A partir de esa memoria se apresuran por mostrase muchas más que tienen en común el estar en cama, abrigado, observando la lámpara colgante, de madera pintada de celeste y rosa, que produce luces y sombras en el cielo raso. El biberón otorga tibios sabores con cada succión y de un agujero en el papel de la pared se obtiene con la uña del ìndice la sabrosa greda de la argamasa de que están hechos los muros de la casa, como los de la casa de bizcocho y galletas de la bruja de Hansel y Gretel. Desde la almohada surge contra la oreja, desde muy hondo, el tam tam profundo del mar nocturno, el de la canción de cuna que atrae al sueño.
Es ese mar visto y oído, olido incluso, desde lo alto donde la casa se encarama sobre el escarpado la memoria más intensa y persistente.
1 comentario:
La memoria, esa manía para revivir lo anterior, el origen.
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