El artificio de la escritura / The artifice of writing


miércoles, 5 de abril de 2023

En viaje: Notas del trayecto: Las grandes ciudades


Dichoso el lector, y más dichoso aún el escritor viajero que, surgiendo de las fauces del dragón del aeropuerto siente--como si lo abrazaran, ya en promisoria bienvenida, ya en previsora desconfianza--el impacto del lugar nuevo, con su todavía para él indefinible esencia de lo extranjero, eso nuevo que se irá configurando en su sentir y su entender a medida que avance hacia la ciudad y viva el tiempo del aprendizaje de la estadía. 

Momento incomparable del primer encuentro, impacto de lo diferente y lo desconocido: lo que hay por ver.

Aunque todos los aeropuertos son iguales, no hay ciudad igual a otra: son todas esencialmente diferentes. Las mayores, las prepotentes, sin embargo, se evocan--en su ajetreada modernidad igualizadora--unas a otras en la memoria del viajero que, al irlas visitando no puede evitar compararlas.

Monstruosamente bellas, las grandes capitales son epítome de lo complicado de la situación humana en estos días del indecentemente desbocado modelo social y económico de los agresivos.

Monumentos al triunfo de los triunfales de siempre son las grandes avenidas de tráfico furiosamente detenido; templos de los peores dioses--los mezquinos--son las construcciones imperiales de rascacielos de tersos visos de diamante; son los estadios desmesurados arenas áureas del moderno circo, y las tiendas exageradamente caras, los restaurantes de falsa vanagloria, la parafernalia estruendosa de los pasatiempos colectivos son las mazmorras de los fumadores de opio.

Monumentos, como todo monumento, erguidos en campos de ceniza; templos que son cementerios, elevados en las hueseras; los estadios y demás construcciones poderosas cavan sus cimientos en lo que debió ser la tierra prometida: arrogantes construcciones plantadas en la gleba viva de las multitudes que, ciegamente equivocadas por tantas voces pregoneras, las admiran, ignorantes del costo que han pagado y cotidianamente pagan por ellas.

Ante estas magníficas ciudades el viajero se admira, intoxicado también de la ostentosa belleza de la ambición triunfadora.




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