De una "Memoria de la vanidad": Vanidad del verbo
Cuando empezó a escribir de veras--casi un niño todavía--comprendió que en la página en blanco iba poniendo, sin apenas darse cuenta, lo que en la imaginación le bullía de deseos. Recuerda ahora muy bien lo que entonces puso en el papel, lo que dijo y escribió; y también recuerda que no bastó, que no sirvió de nada. Porque la palabra-- bien lo sabe en su vejez--no basta, definitivamente no basta, a pesar de su mágico poder de ensalmo.
No es la inefabilidad--piensa en su derrota--lo que limita al escritor tanto como la incapacidad de la palabra para ir más allá de la palabra y de veras abrir--oh sésamo--las puertas de la cueva del tesoro.
La magia y su voluble sugestión--propone el escriba--nos ha engañado a lo largo de los siglos con sus abracadabras insinuantes e inefectivas, con sus letanías y oraciones enervantes, con sus lastimosas invocaciones a las fuerzas de un misterio que no existe. Palabras todas--insiste--de un ritual del engaño. De un ingenuo autoengaño, tal vez, pero engaño: pura fantasía de mitómanos inspirados.
La magia y su voluble sugestión--propone el escriba--nos ha engañado a lo largo de los siglos con sus abracadabras insinuantes e inefectivas, con sus letanías y oraciones enervantes, con sus lastimosas invocaciones a las fuerzas de un misterio que no existe. Palabras todas--insiste--de un ritual del engaño. De un ingenuo autoengaño, tal vez, pero engaño: pura fantasía de mitómanos inspirados.
Se habla de un coro de ranas, de una cantata de grillos, del motete obsesivo de la cigarra, del zumbido de la alada abeja que regurgita en el panal del verso la miel de los ensueños, dulcísimo alimento de la musa, panacea que el género humano, dotado de palabra, consume ansioso de una mejoría que nunca se consigue. Símbolos son del canto ciego del aeda. Flatus vocis, jerigonza, parloteo inútil, fórmulas rituales de la ilusión, vana magia en vano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario