El artificio de la escritura / The artifice of writing


jueves, 24 de mayo de 2018

Balbuceos sobre el tiempo

Los días, bien lo sabemos, no esperan: se van sucediendo uno tras otro de crepúsculo a crepúsculo, noche tras noche a lo largo de los años, que tampoco esperan.

Avanza el tiempo, implacable, con la inmutable perfección de las leyes del perpetuo movimiento: el péndulo y su ritmo eterno. Porque el tiempo carece de un inicio y no lleva a un final determinado.

Más que el fluir de un río--que es metáfora expresiva--tiene el tiempo el movimiento circular de un vórtice infinito, espiral sin fin que gira sobre el eje del vacío. Dígalo si no la vastedad inconcebible del universo que vamos descubriendo a diario como quien vuelve curioso y sorprendido una a una las páginas de un libro interminable.

Una letra a lo más, un punto suspensivo es, acaso, cada cual en el libro de inagotables páginas de un texto a la vez siempre nuevo y repetido como el curso de una letanía o las variaciones de una partitura de exactitud matemática.

Un signo de puntuación apenas o ni siquiera eso: sólo el vacío del espacio en blanco entre dos palabras impronunciables.

Ínfima presencia la nuestra, mínimo estar en el
pasar del tiempo, ese texto enigmático que alguien lee en sacerdotal sonsonete dándose a ritmo cabezazos contra el mármol del altar, la lápida definitiva.

Resuena en la caverna del infinito--templo desmedido--el martillar del hueso mortal contra la piedra eterna.

Cada gota de agua que en la clepsidra se desprende--abalorio del rosario incesante--retumba también en el vacío como el tambor del pulso retumba en los intersticios de la calavera.



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