El artificio de la escritura / The artifice of writing


martes, 17 de noviembre de 2015

Convalecencia

El nublado matinal pasó a garúa, a llovizna luego y por último a lluvia, débil e intermitente, indecisa lluvia de otoño. 

 La carretera tiene los visos del nácar.




Dentro del auto se tiene el goce de la lluvia; goce más que nada visual y auditivo; aunque también es grato sentirse como anidado en el espacio reducido y cálido de la cabina, celda de la contemplación y el retiro.

Vuelve el recuerdo de la convalecencia, que tanto sugiere y tanta carga emocional arrastra desde el pasado al ahora. Nostalgia de esas convalescencias de infancia, morbosamente ensoñadoras y dichosas en la retirada de las fiebres y los temores que el dolor y el malestar fomentan. Placer de la debilidad morbosa del que vuelve de la pesadilla, fatiga que lleva al sopor de las más gratas imaginaciones. Abandono voluptuoso a la desgana, embrujo del duermevela en el nidal abrigado de la cama. Regusto de la pasividad y del ensueño ilimitado.

Recogimiento de la cabina bajo la lluvia: cálida, impermeable.



Desde el lago sube de nuevo la niebla y el auto se sumerje en su aura lenta de aguas suspendidas. Interior del sueño, leve pulsar de la fiebre que reincide.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Fantastica reflexion que me llevo a recordar convalecencias lejanas. Gracias por el regalo Santiago. Carlos (me da flojera usar una cuenta).

Anónimo dijo...

El frío del páramo y de las rutas montañeras con su aguanieve son agradables siempre y cuando no nos ataquen a campo traviesa a pie, durante alguna excursión dominical.

¡Claro, me encanta ver tremendos copos de nieve con su geometría única, extendiéndose sobre las ventanillas de mi coche, que tirado por fogosos caballos negros y con cuyo trote veloz, los convierten en gotas de agua corrediza mientras me deslizo a mi castillo en Transilvania!... (a donde siempre sereís bienvenidos)

El barón