La primera escritura
Hojeando un número reciente de la revista Smithosnian me topé con un artículo sobre el poema de Gilgamesh que me llevó a pensar en un detalle curioso de tomar en cuenta al referirse a tal obra. Parece ser una de las primeras obras literarias llevadas a la escritura, en su caso la cuneiforme, tal vez la primera manifestación de una voluntad humana de dejar constancia de las palabras. Es la escritura cuneiforme la manifestación inaugural de esa necesidad humana de dejar constancia en lo escrito de un acontecer. El Gilgamesh es, precisamente un documento generado por el deseo de contar para la posteridad un hecho casi mitológico: la búsqueda de la perdurabilidad. El héroe, que buscaba la eternidad, se encuentra con que los dioses ya no la otorgarán a ningún humano. A falta de su inmortalidad ordena el héroe entonces grabar la historia de su intento en la atemporalidad de las tabletas de barro, en lo inmarcesible de la lengua escrita. Nace así, de una imposibilidad el artificio de la escritura. Hoy, en la edad de la cibernética, la palabra escrita, fijada en lo imperecedero, en lo que sobrevive al individuo, proclama ingenua su eternidad.
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