Casi diálogo
Oído, al parar la oreja, en la sala de (larga) espera del oftalmólogo:
—¿Sabes? Tu punto de vista me tiene absolutamente sin cuidado.
—Qué prepotente ceguera.
—No soy yo el ciego. Eres tú el invisible.
No entendí la respuesta del invisible, porque balbuceó solo un par de palabras, probablemente mudo de ira.
Al otro lo llamaron y caminó, tanteando con el bastón, hacia donde, habrá sabido de antemano, tenía que ir.
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