La literatura: un arte visual
Ni hay que decirlo: toda visita a un museo de arte es memorable. Y la de hoy, sin duda ha de serlo, si sólo porque descubrí algo que, por prestar atención exclusiva a varias obras predilectas, no había visto en otras ocasiones: un bellísimo ejemplar de caligrafía china.
Ignorante de la lengua milenaria sólo puedo apreciar la estética visual de esa escritura ---para mí enigmática---e imaginar qué voz se me esconde en esa filigrana que el pincel del caligrafo diseñó tan delicada y decididamente.
Al mirar tal obra de arte supe ---lo sentí vívidamente--- que escribir, como lo hago ahora, no es un proceso puramente mental sino, en gran parte, físico. Que cuando tomo la pluma y la llevo al papel estoy cumpliendo un antiquísimo ritual que se remonta a un pasado de buriles y pinceles adaptados a la mano y la materia---piedra y greda, bambú, papiro, tinta y papel, pergamino o seda--- de que está hecha la escritura.
Labor de artífice cumple el escritor.
Obra es la suya tan material como un cuenco de porcelana en la mesa del banquete o una estela monumental de granito en medio de la estepa. Tan físicamente concreta como ese texto de caligrafía que admiré largamente esta mañana en el museo ---al que he de volver para admirarla de nuevo--- y como este cuaderno mío ---¿y por qué no?--- en que anoto, a mano y en mi propio filigrana apresurado, noticias de todo lo vivido que ---no sé bien por qué--- guardo y acumulo.
1 comentario:
No podemos dejar de hablar de nosotros mismos, es lo único que tenemos, eso creemos, salvo que estemos siendo pensados por otro (diría Borges)
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