Confesión del ensimismado
En un mundo que se siente no sólo ajeno sino además enemigo no hay más que crearse una guarida: la celda cenobítica, el jardín amurallado, la caverna de lo oscuro que deslumbra.
Es lo que hago en este instante en que escribo.
Lo que he hecho desde que tengo memoria, la de ese día en que hice pacto con la pluma, el papel y la palabra dibujada.
Mundo, el mío, de tinta en filigrana y pinceladas.
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