Diálogo de lo imposible
--No hablemos de lo que nos aflige.
--¿Hay algo más de lo que se puede hablar?
--Dejemos ya de usar las palabras sólo como intrumentos de queja--insiste el que de los dos no ha perdido completamente todavía la ilusión de lo posible.
--Nunca nos sirvieron para mucho más.
--Porque no hicimos el esfuerzo de ignorar lo deprimente.
--Recuerdo muy bien que cuando lo intentamos--se justifica el desconsolado--fue un esfuerzo en vano.
--Tratemos algo diferente. Como, por ejemplo, decir mentiras. Para engañarnos. Ya que las verdades nos detemplan, que las artimañas del engaño nos agraden.
--¿No es lo que hacen tantos? Mentirme, a sabiendas, yo no podría.
--Dejémonos de tonterías y démonos de una vez por todas el gusto de mentir.
--Dátelo tú, que siempre has tenido un tanto de iluso. No me incluyas en tus fantasías--. Lo dejó hablando solo o, más bien, pensando para sí mismo.
"Practiquemos--se dijo, hablándole a su yo depresivo--nuestras habilidades innatas de mitómanos y contémonos cómo escalamos la nontaña del tan mentado ermitaño que permanece en ella desde otra edad--más fantasiosa incluso que la nuestra--congelado, en gesto de predicar, dentro de un bloque como de cristal de roca que lo mantiene intacto.
O contémonos--sigue ensoñando--cómo una tarde sonrosada me atacó en vuelo un cernícalo furioso y lo impalé en mi paraguas que siempre llevo conmigo por si llegara a llover en este desierto siempre seco como estopa.
O, mejor aún--piensa de veras entusiasmado--contemos también cómo pasé una noche en la morgue, dado por muerto, la bala incrustada todavía en mi cerebro, y cómo a la mañana siguiente estaba muy contento de haber resucitado y de poder empezar todo de nuevo.
--No me convences--se dijo en voz alta a sí mismo su yo quejoso, el adolorido de las verdades.
1 comentario:
siento que conozco a estos sonadores, o por lo menos este sueno entumecedor
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