El artificio de la escritura / The artifice of writing


domingo, 16 de abril de 2023

En viaje. Manifestación del númen en un café


Sabe el viajero, por experiencia, de las delicias de los cafés en cualquier parte del mundo, sea en las grandes urbes bulliciosas o en los pequeños pueblos de sólo una calle comercial con su íntimo café de los encuentros.

Ya porque necesite tomarse el tiempo de un café matinal o darse el descanso vespertino de una bebida calmante, o por detenerse a cualquier hora del día a reposar del deambular curioso, tiene el viajero por costumbre parar en los cafés que el capricho de un estado de ánimo moroso y poco dado a la aventura lo invita a entrar a uno cualquiera--la variedad es infinita--y absorber la calma que esos locales ofrecen. 

Así, la quietud de esta mañana luminosa--calmo barrio antiguo--sugiere entrar al café visto al pasar en camino al museo, que puede esperar hasta más tarde.

La luz de afuera, una vez dentro del café, cobra la grata mesura del brillo tamizado del interior en calma. Suspira la cafetera, alguna silla raspa impertinente el suelo, los varios teclados de unos "lap-tops" apenas si producen un tableteo, como de goteras, que se confunde con el silencio del lugar callado. Conversan algunos en voz baja.

Entran y salen, sin perturbar demasiado la quietud del local, los apresurados, los de auto esperando afuera, mal estacionados. Los de rápidos cafés a la carrera. 

Desde su mesa al fondo, junto a la ventana encendida, aprecia el visitante ese armónico contraste de la calma y el movimiento. Juvenil, hermosa gente activa es la que entra y sale, la que va y viene a los lugares, los instantes, los encuentros en que se ha de estar: esos encuentros, instantes, y lugares en que no se puede no estar, no hacer presencia para ver y que los vean.

Más de alguno en el café, por lo mismo, observa por el rabillo del ojo a los demás; más de alguno posa para quien quiera ver su pose sugerente.

Habrá también, piensa el viajero observador, ojos que no miran; que tal vez nunca han mirado. Ojos que solamente leen, temerosos de la luz que irradia de las cosas y del fulgor que emana de la gente.

Son otros los ojos que se asombran: los curiosos, los ávidos de mirar; otros los que deleitados observan a quien acaba de entrar y sin apuro alguno, con la calma digna de los seres elegidos--divinidad bellamente pagana--ordena una taza de café que el barista, admirado, le prepara a la perfección y le sirve como un sacerdote ungido de admiración que oficiara en el templo de las deslumbrantes divinidades juveniles: las únicas verdaderas.

Porque es una de ellas, un pubescente ser divino, quien ha entrado, centrando en su presencia viva--eje del cosmos momentáneo--el armonioso giro de las esferas, los átomos ardientes de la tamizada luz del café que en su figura perfecta reverbera.

Quien viaja sabe del contento que produce la belleza inesperada.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

De verdad eres un mistico del mundo natural. Que bella Entrada y que bonita foto. Una descripcion digna de estar al lado de los mejores en las edades del enigma.

Santiago Daydi-Tolson dijo...

Gracias por el comenrario positivo. La verdad wa que todo lo que voy escribiendo se me ocurre que pertenece a esa serie de cuentos que vendría a ser otra manifestacioón de ese "cuento de nunca acabar" que es mi obra narrativa.