Don Baruj y las memorias
--Son las memorias el género literario del hiperegotismo-- le ha dicho don Baruj a quien lo instaba a escribir las suyas.
--Junto al epistolario y a algunas deformaciones de la lírica--siguió diciendo--ofrecen las memorias un profuso ejemplo del egocentrismo extremado de aquéllos para quienes la literatura es una forma de exhibicionismo y vanagloria.
--Exagera usted y es injusto con tanto memorialista famoso--le discute el otro.
--En efecto--insiste don Baruj en su crítica del egocentrismo literario--, es el género perfectamente apto para los famosos que saben serlo y se proclaman como tales.
--A todos nos gusta saber de la vida de los que han triunfado--dice el otro sin entender lo que don Baruj piensa sobre la escritura.
--Si, bien lo dice usted: a todos los curiosos impertinentes que en la literatura buscan la malsana entretención del chisme y la confesión de secretos y defectos criticables.
Ya lo ha dicho alguna vez don Baruj: cumplen las memorias el doble objetivo de satisfacer a la vez la necesidad exhibicionista de quien las escribe y la curiosidad de esos lectores que no pueden vivir sin averiguar las vidas íntimas de los demás.
--Son, por lo mismo--afirma ahora socarrón--una forma literaria imprescindible y un buen negocio para los editores.
Se equívoca, bien se ve, quien le propone al viejo irónico que escriba sus memorias.
--Con todo lo que usted ha vivido, don Baruj--insiste el obtuso--tiene para escribir diez libros.
--En esas libretas suyas hay un tesoro que debe compartir con nosotros—le han dicho más de una vez, y con más o menos las mismas palabras, algunos confundidos.
Son--bien lo sabe el viejo don Baruj, por viejo--las palabras de un Belcebú que no lo engaña pero lo tienta: lo han llevado a pensar que a lo mejor podría escribir algo sobre alguna de sus muchas experiencias que todavía recuerda o tiene escritas en sus tantos cuadernos acumulados con los años.
--Las memorias—les dice don Baruj a quienes le piden que las escriba—son obra de la vanidad. Preferiría no creerme vanidoso.
Es vanidad en él--lo sabe y lo reconoce, sin decirlo--aparentar no serlo. Y sí, escribir esas memorias que le piden, no le parece tan mala idea, aunque hacerlo vaya contra la persona que se ha creado, la que todos conocen y la mayoría respeta precisamente por su aparentemente humilde y sabia actitud retirada. Si las ha de escribir—se dice porque ya se ha decidido a escribirlas—las hará atribuyéndoselas a otro, a un otro en el que nadie, ni él mismo, lo identifique.
“Palabras para el olvido: memorias de un don Nadie”
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