El artificio de la escritura / The artifice of writing


miércoles, 19 de octubre de 2022

Don Baruj y las memorias

--Son las memorias el género literario del hiperegotismo-- le ha dicho don Baruj a quien lo instaba a escribir las suyas. 


--Junto al epistolario y a algunas deformaciones de la lírica--siguió diciendo--ofrecen las memorias un profuso ejemplo del egocentrismo extremado de aquéllos para quienes la literatura es una forma de exhibicionismo y vanagloria. 


--Exagera usted y es injusto con tanto memorialista famoso--le discute el otro.


--En efecto--insiste don Baruj en su crítica del egocentrismo literario--, es el género perfectamente apto para los famosos que saben serlo y se proclaman como tales.


--A todos nos gusta saber de la vida de los que han triunfado--dice el otro sin entender lo que don Baruj piensa sobre la escritura.

 

--Si, bien lo dice usted: a todos los curiosos impertinentes que en la literatura buscan la malsana entretención del chisme y la confesión de secretos y defectos criticables. 

 

Ya lo ha dicho alguna vez don Baruj: cumplen las memorias el doble objetivo de satisfacer a la vez la necesidad exhibicionista de quien las escribe y la curiosidad de esos lectores que no pueden vivir sin averiguar las vidas íntimas de los demás. 


--Son, por lo mismo--afirma ahora socarrón--una forma literaria imprescindible y un buen negocio para los editores.

 

Se equívoca, bien se ve, quien le propone al viejo irónico que escriba sus memorias. 

 

--Con todo lo que usted ha vivido, don Baruj--insiste el obtuso--tiene para escribir diez libros. 


--En esas libretas suyas hay un tesoro que debe compartir con nosotros—le han dicho más de una vez, y con más o menos las mismas palabras, algunos confundidos. 


Son--bien lo sabe el viejo don Baruj, por viejo--las palabras de un Belcebú que no lo engaña pero lo tienta: lo han llevado a pensar que a lo mejor podría escribir algo sobre alguna de sus muchas experiencias que todavía recuerda o tiene escritas en sus tantos cuadernos acumulados con los años.

 

--Las memorias—les dice don Baruj a quienes le piden que las escriba—son obra de la vanidad. Preferiría no creerme vanidoso.

 

Es vanidad en él--lo sabe y lo reconoce, sin decirlo--aparentar no serlo. Y sí, escribir esas memorias que le piden, no le parece tan mala idea, aunque hacerlo vaya contra la persona que se ha creado, la que todos conocen y la mayoría respeta precisamente por su aparentemente humilde y sabia actitud retirada. Si las ha de escribir—se dice porque ya se ha decidido a escribirlas—las hará atribuyéndoselas a otro, a un otro en el que nadie, ni él mismo, lo identifique.  

 


Así, después de mucho darle vueltas al asunto, don Baruj se encontró una tarde escribiendo en el café, en su libreta de bolsillo, las primeras líneas de esas memorables memorias que le han dicho tiene que escribir y que ha titulado:

 

“Palabras para el olvido: memorias de un don Nadie”

 


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