El artificio de la escritura / The artifice of writing


sábado, 2 de julio de 2022

Sísifo


Vinieron a entrevistar a Sísifo, el famoso, una periodista, profesionalmente vestida de periodista. La acompañaba un fotógrafo que se diría no ha terminado todavía sus años de colegio y de fotógrafo tiene sólo la carísima cámara fotográfica y la ilusión de serlo.

--¿Entrevistar a Sísifo?--había gritado indignado el editor la primera y la segunda vez que ella le propuso hacerlo. Al fin y al cabo accedió a que fuera a verlo a donde fuera que estuviese. Pero para dejar en claro su autoridad se negó a dejarla llevar fotógrafo. 

--Las fotos las toma Ud. misma. 

Le había tenido que pedir ella al hijo del vecino–el adolescente que insiste en desearla–que la acompañara y le prometió pagarle con un beso en la boca, de los de veras.

Y así, partieron los dos una mañana que anunciaba lluvia. Ella decidida a sonsacarle a Sísifo algunas verdades. Él convencido de estar consiguiendo lo que quería.

Caminaron–tratando él de tomarle a ella la mano infinidad de veces y ella evitándolo infinidad de veces–a la estación del metro, tomaron el tren de la línea dos y en la estación El Caracol, trasbordaron a la siete, que los dejó en la estación de trenes de distancia. 

Dos horas después, arriesgándose a quedar empantanados, tomaban un taxi en un pueblito miserable que se inundaba y embarraba a causa de la lluvia que había comenzado a caer intensamente. 

Encontraron a Sísifo esperándolos sentado en un parapeto musgoso al pie de una leve colina, junto a la roca del castigo: un bolón calizo, sin musgo alguno, perfectamente redondo y no tan grande como ella se lo imaginaba. Hasta ese momento el muchacho no sabía en qué andaban y porque ella le había dado instrucciones en el camino se puso a tomar fotos de cuanto creyó importaba documentar:  

Sísifo, que no era ni viejo ni joven, llevaba puesto nada más que un feo impermeable pasado de moda, un sombrero absurdo, por lo ridículamente pequeño, y se protegía de la lluvia--porque estaba sentado a la intemperie--con un paraguas destartalado.

Algo dijo en su griego enfurecido, se quitó el impermeable, pero no el sombrero y, como enrabiado jugador de rugby en pelotas–pensó el muchacho–, echó a rodar la bola del castigo colina arriba.

Ella no esperó que Sísifo llegara a la cima y echara a rodar la pelota cuesta abajo: no fuera a arrollarla en su caída. El muchacho andaba por su lado entretenido en su recién descubierta afición de fotógrafo admirado.

Como en un cuento de Cortázar, cuando se revisó las fotos para elegir alguna que acompañara al texto de la entrevista inventada se vio que en todas ellas Sísifo no era más que un gigantesco escarabajo pelotero haciendo rodar loma arriba su bola de excremento.



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