El artificio de la escritura / The artifice of writing


lunes, 20 de junio de 2022

La obra autónoma

Concluye Paul Verlaine su “Prologue” de Poèmes saturniens con el verso “Maintenant, va, mon Livre, où le hazard te mène” (“Ahora, mi Libro, vete, a donde te lleve la suerte), perfecta expresión del sentir del poeta que, cumplida su labor, entrega la obra al mundo, a su propia suerte.

 

En efecto, tiene toda obra de arte su autonomía de objeto concreto y autosuficiente. Como a tal se lo ha de admirar en sus cualidades y criticar en sus defectos. Poco debe importar quien lo haya escrito.


Afirman lo contrario quienes se interesan en la vida de los artistas y someten a la obra a un escrutinio que la limita estéticamente al convertirla en documento cifrado de las aspectos más íntimos de la psicología del autor y de sus acciones.


Llevan estos lectores curiosos a un extremo de significación el componente autobiográfico que toda obra de arte conlleva más o menos explícitamente. Rebajan la literatura a una actividad chismosa y hacen de la obra literaria un motivo de curiosidad impertinente.


Erróneamente se entiende la  historia de la literatura desde la perspectiva de las biografías de los diversos autores en vez de centrarla en las obras significativas, sin importar quien las haya escrito.


Pero ya desde la antigüedad se le dio preferencia al autor sobre la obra, como lo prueba el que se le atribuyeran a Homero, el poeta ciego, varias obras anónimas escritas en un largo período, mayor que el de la vida de un posible autor único.


Verlaine pareciera proponer todo lo contrario: olvidarse del autor y tomar la obra como el objeto estético autónomo que es sin  buscarle justificaciones en la vida de quien la haya producido.






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