Ventanas

Siempre han tenido para mí las ventanas un encanto especial que no sé ni describir ni explicar.

Menos aún podría justificar el que tome fotos de cuantas ventanas me atraen o me llaman la atención, que son infinidad.

Tienen las ventanas un adentro y un afuera; o más bien son las que definen tal diferencia al conectar un espacio--mayormente íntimo--con otro, su opuesto: el vasto mundo.

Será por lo mismo que las ventanas fascinan. Por lo que tiene de intrigante ese traspaso de un ámbito a otro, esa apertura en el muro que comunica el aquí reducido del que observa con el amplio allá del otro lado de los cristales.

Van aquí algunos ejemplos de las sugerencias de lo otro que, desde la intimidad del contemplar, las ventanas proponen.

Las tres primeras son misma ventana, la más fotografiada de todas porque es la que tengo a lado cuando me siento a leer.

Esta que sigue se a abre desde un vigésimo piso de hotel a la amplitud del paisaje marino, entrevisto al fondo.

Y la última tiene la estoica exactitud del espacio de trabajo y un afuera que lo corrobora.