En Media Isla
En la revista electrónica Media Isla se acaba de publicar esta nota mía. La revista puede leérsela--actividad que recomiendo--en http://mediaisla.net/revista
El
arte de narrarse a sí mismo
SANTIAGO
DAYDÍ-TOLSON [mediaisla]
Es virtud del artista concebir a ráfagas de imaginación. Atrapado entre la
vigilia y el sueño, el creador ensueña: duerme y despierta, despierta y sueña.
Quien vive ha de crear: crearse a sí mismo, inventarse el que ha de ser.
Se vive un poco a como se van dando
las cosas y a pesar de los ensueños y las buenas intenciones. Para los más tal
vez lo práctico y conveniente, lo viable, sea el proverbial y realista ir
reajustando la carga en el camino; que nunca faltan los fardos y costales que
llevar al hombro o a la rastra y a tirones. Así, a paso no siempre seguro, este
homo viator que somos según la vieja alegoría va peregrinando —romero
penitente— de un misterio a otro, quiéralo o no, a gusto o disgustado, según le
haya tocado en suerte ser de los conformes o de esos otros que no acaban de
encontrarle la cuarta y hasta la quinta pata al gato de sus obsesiones.
Nadie se salva de la caminata que,
bien sabemos, para todos acaba donde mismo, cualquiera que sea la ruta que se
tome.
Nuestra innata inclinación humana a
hacerle el quite a toda complicación y trabajo nos libra de consultar los
enrevesados mapas ruteros y tomar decisiones relativamente inteligentes. En
cambio, siendo más cuerdos que eso, nos dejamos engañar por la ilusión del
destino seguro y del trayecto sin sobresaltos que promete la palabrería de los
dogmas sectarios de religiones, cultos, clubes y costumbres multitudinarias que
nos igualan en nuestras desatinadas diferencias irrelevantes y la mutual
desconfianza. Lanzados todos en la misma dirección, avanzamos a penas, a trote
agotador y a costalazos, dándonos de codazos y haciéndonos zancadillas unos a
otros por no compartir la vereda con los demás, ésos a los que nos conviene
odiar porque nos parece que nos odian.
Y así vamos echando adelante cada cual
como mejor puede, contra todos y mayormente a ciegas.
Ese tan manido hacer camino al andar,
que dijo el poeta sentimental y cantó el juglar de las ingenuas multitudes, da
ciertamente en el clavo, o más bien en la tachuela, que es menos decisiva. No
porque se entienda por tal dudoso acierto lírico-filosófico la pretensión ilusa
de que con cada paso que damos vamos abriendo nuevas rutas —mejores, claro, que
las más conocidas y transitadas—, sino más bien por todo lo contrario: porque
no tenemos idea de en qué andamos ni por dónde y para dónde vamos. Porque en
fin, sin darles muchas vueltas al asunto —que marea y confunde hacerlo—, ante
el camino por andar tiramos a la primera y al tuntún por donde más fácil se nos
da o nos parece.
No
se espere de cada uno de nosotros ni la audacia ni las ganas, menos aún las
capacidades, de ir abriendo sendas nuevas, habiendo como hay tanta vereda
trillada por la que arrastrar los pies sin más complicaciones que las ya
inevitables en todo andar de un lado para otro. Qué necesidad tenemos de inventarnos obligaciones innecesarias.
Cambiando las alusiones alegóricas de
cansadas imágenes pedestres a otras más audaces de viajes marineros que hablan
de aventuras, riesgos y exploraciones, se descubre que el singlar de una vida
en la stulstifera navis más que navegar es un sufrir —en las más veces
irritante compañía de tripulación y pasajeros— los extremos de la angustia de
las tormentas que la llevan de un lado a otro a la deriva —inútiles la brújula
y las cartas de marear— y el tedio de la espera en calmas chichas, enervantes.
Se vive, en fin, como si la vida —este
sin fin de casualidades— fuera un proceso incoherente en vez de la obra de arte
a que debiera aspirar en un continuo proceso creativo. Vivir como se crea una
obra maestra. Ser el creador de ese ars vita que es el logro de la
perfección: lo improbable, por no decir lo imposible.
Es virtud del artista concebir a
ráfagas de imaginación. Atrapado entre la vigilia y el sueño, el creador
ensueña: duerme y despierta, despierta y sueña. Quien vive ha de crear: crearse
a sí mismo, inventarse el que ha de ser. En el entrelace de las vivencias y el
duermevela, en ese irse encontrando a diario con su propia imagen, en el irle
dando forma en el espejo de la contemplación y el descubrimiento se cumple la
labor del que vive creativamente.
Toda vida debiera ser la narración que
cada cual se cuenta de su propia aventura.
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SANTIAGO DAYDÍ-TOLSON (Valparaíso, Chile,
1943), ha vivido en los Estados Unidos desde la década de los sesenta. Recibió
en 1973 el Doctorado en Filosofía y Letras por la Universidad de Kansas y
actualmente, después de enseñar en las universidades de Fordham, Virginia y
Wisconsin-Milwaukee —de la que es profesor emérito—, es catedrático de
literaturas hispánicas en la Universidad de Texas en San Antonio. Ha publicado
en su campo de especialización, entre sus publicaciones recientes destacan Under
the Walnut Tree (2013) e Insectario (2014), La lira de la ira and
some irates lyrics (2015)
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