El artificio de la escritura / The artifice of writing


lunes, 3 de septiembre de 2012

Viaje aéreo

Viajar tiene una particular fascinación para nosotros, habitantes de un mundo globalizado. Produce un encanto que probablemente se remonta a esa edad no tan remota, cuando las distancias se medían en tiempos prolongados de caminatas, galopes y navegaciones azarosas que llevaban a lo ignoto y la aventura. 

Hoy el viaje es por lo general presuroso, incluso apresurado. Las distancias se miden apenas en horas, y el espacio entre la partida y la llegada--que antes iba revelando una geografía lentamente continuada--se esfuma en la abstracción de lo no visto, en la vaga y a veces ignorada referencia en un atlas. 

Sólo la imaginación del milagro y de la magia podía concebir entonces--traslación inmediata o vuelo en alfombra--lo que hoy se cumple a bordo de un avión que viaja tan alto y veloz que la tierra y sus caminos--cuando se la ve bajo las nubes--tiene más de mapa dibujado que de realidad.  

De un momento a otro se deja lo habitual para encontrar lo diferente. Un viaje en avión tiene algo de la antigua magia en la prontitud con que se alcanzan las antípodas, en el casi onírico traspaso--se aduerme uno en la espera del viaje--de la propia realidad a la otra, la puramente visitada. 

El escritor que viaja se vuelve, sin quererlo, otra persona, el forastero, el que está de paso y sólo puede escribir desde el asombro de su nueva identidad.


1 comentario:

Anónimo dijo...

La otrora ciencia ficcíon que hoy es evento común, linda con lo surreal: como alpiste, los pasajeros somos engullidos por gigantescas aves argentadas y transportados a cualquiera de los cuatro puntos cardinales.

Mirando por la ventanilla, pienso en los millones de pasos de hombre y bestia de antaño que a manera de puntadas de costura cubrieron vastas distancias sobre aquella colcha de retazos que hoy caprichosamente asoma su presencia entre nube y nube.

Y mientras absorto en aquellos pensamientos, la sobrecargo atrevidamente me perturba para preguntarme si quiero beber algo: ¡como para mandarla a volar!

André.