Cinco años del blog
Acabo de caer en la cuenta de que llevo cinco años manteniendo este blog--a primera entrada fue el 6 de junio del 2007--y no puedo sino admirarme de cómo el tiempo nos engaña. Yo habría dicho que fue recién ayer que se me ocurrió iniciar este viaje un tanto vanidoso, pero a la vez siento que llevo haciéndolos desde siempre. Curiosa concepción del tiempo que, después de todo, es en esencia una experiencia personalísima, más emocional que racional, como la mayoría de nuestras experiencias.
Me puse a mirar las primeras entradas que hice ese verano del 2007, sorperndido de lo ajenas que se me hacen, como si las hubiera escrito otra persona, alguien que prefiero no juzgar ahora. Debo admitir, sin embargo, que más que lo que escribí entonces me interesó--vanitas vanitatis--lo que varios lectores dejaron como comentarios a mis textos. Porque esto de escribir no parece tener mucho sentido sin lectores y sus reacciones. Se desilusiona un poco el escritor que se lee y se vuelve a leer a sí mismo.
Desafortunadamente sabemos que son legión los que escriben para el silencio. La publicación no está al alcance sino de unos pocos afortunados. O no lo estaba hasta hace poco. ¿No es este blog una forma de expresión que no estaba disponible hace unos pocos años? ¿No ha abierto la red las puertas a todo el que quiera hacer públicas--publicar--sus palabras? Sí, lo ha hecho, pero por lo mismo, por la amplitud de la invitación la palabra disponible para todos se vuelve tan muda como cuando seguía encerrada, a puertas cerradas, dentro de una gaveta de escritorio anónimo.
En fin. Llevo cinco años en este ejercicio de tirar al mar cibernético botellas ilusorias con trocitos de papel garrapateados que alguien puede encontrar y leer al recogerlas de entre la basura que la marea deja diariamente en la playa. Cinco años en que no he dejado de pensar en qué escribir para la siguiente entrada, por si acaso alguien la lee.
1 comentario:
¡Cinco años: increíble!
Tempus fugit, amigo mío. Sabía que algún día mis magros escombros remanentes del latín me servirían para hacer comentarios de ésta índole. Nos exponemos a la calificación pública cuando nos dirigimos al público. Nuestras palabras son escrutadas y dependiendo de los lectores, somos venerados por unos y denostados por otros: ¡no hay medias tintas! Alea iacta est.
No obstante, plázcome sobremanera en haber sido partícipe activo durante este ilustre lustro, con miras hacia tus futuras aportaciones.
André
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