Un nuevo año
Pasado ya el momento de la transición de un año a otro y cumplido ya el primer día del nuevo calendario toma uno la pluma (anacrónica expresión que en muchos casos responde todavía a una realidad: la costumbre de escribir con pluma y en papel, que es acto ritual intransferible) para escribir de cualquier cosa y se topa con la imposibilidad de hacerlo. Difícil es sustraerse en estas fechas a la influencia de las recientes celebraciones de fin de año y Año Nuevo. Aunque la pluma intenta ir por otros laberintos de la escritura, la mano --humana en demasía-- la obliga al comentario baladí: el tiempo pasa demasiado rápido; la vida se nos escapa demasiado apresurada del abrazo con que quisiéramos retenerla un rato más.
Hacemos mucho de un simple cambio de fecha. En la celebración del transcurso de un día a otro, de un año a otro, de una década a la siguiente --esa medianoche de abrazos y aspavientos de júbilo-- resumimos el cotidiano saber que somos temporales. En un momento sumamos el inevitable paso del tiempo que a diario tratamos de olvidar.
Como todo acto ritual, la celebración colectiva del año nuevo es un gesto simbólico más secretamente profundo que todo otra forma de simbolismo social: celebramos la vida que sabemos única y pasajera; conjuramos en los repetidos deseos de un nuevo año feliz y próspero las fuerzas del destino, que sabemos caprichosas e insondables en sus designios o casualidades.
Los fuegos artificiales, el champaña, los gritos, música y bailes con que se recibe el año que comienza son manifestación de la desesperada necesidad de ahuyentar los temores e invocar la ilusión de una felicidad perdurable. Tanta festividad es la muestra obligada de alegría, de una alegría que no tiene casi nada de espontáneo, salvo el regusto de lo perecedero.
Amanece enero tan igual como cualquier otro día y la rutina vuelve a su curso normal, si bien un tanto trastornada los primeros días por el deslumbre encandilado de las luces de fantasía y el alboroto de la celebración, para no hablar de las consecuencias de la trasnochada y los excesos connaturales a la despedida de un año no tan bueno y la bienvenida otro que será mejor. Y el recuento de los días, las semanas, los meses del nuevo año da comienzo al impecable ritmo del nuevo calendario que se aja.
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