Un vuelo sorprendente
Ayer, mientras caminaba al atardecer por el sector del Centro Médico en San Antonio de Béxar, me sorprendió gratamente el vuelo de una bandada de unos seis o siete loros que pasaron chillando dichosamente muy cerca mío. Aunque puedo muy bien reconocer un loro de un zorzal, no sobría decir qué tipo de loro era el de estos que me llamaron la atención por inesperados. Cualquiera que haya sido, me pareció su presencia en esa quietud del aire invernal vespertino un regalo para la imaginación y el sentimiento. Dígase, si se quiere, sentimentalismo. Mi ignorancia ornitológica da por supuesto que no hay ninguna especie de loro propia de esta región; así, al verlos sobrevolar en este cielo más dado a otra especie aviar, descolorida y de torvo aspecto, me hizo tener un instante de confusión y saudade. Ajenos al lugar, los imaginé tan atribulados de su condición como lo están muchos de los que habitamos esta ciudad de "arribados" y arribistas. Aves de otras latitudes, pensé, se habrán forjado al cabo de los días su familia --eran pocos, pero eran una bandada unida-- y su ámbito: su vida de trasplantados. Recordé una parecida sorpresa en otro atardecer de invierno, éste en San Francisco hace ya varios años. Al volver a mi auto, que había estacionado en una calle donde abundaban los árboles, me pareció ver que las aves que a esa hora llegaban en gran número a pasar la noche en el follaje no eran los acostumbrados pájaros urbanos. Observando con más cuidado confirmé lo que al principio creí eran imaginaciones mías: se trataba en efecto de pequeños loros, innumerables y ruidosos loros que hacían de una calle de San Francisco un trozo vicario de selva tropical. No sabiendo mucho ni poco de las aves, supuse, por el tamaño y color de aquéllas, que sería una especie de clima templado, como lo había sido en las regiones frías del sur de Chile el choroy hasta los años cincuenta, antes de que la exterminaran los intereses que acaban exterminando todo, excepto la codicia humana. Me equivocaba, por cierto, y lo vine a saber años después cuando apareció una película sobre los loros de San Francisco y su historia de adaptación. Pájaros secuestrados y arrancados de su habitat de tierras cálidas, son estos loros de ciudad --los de San Francisco y probablmente también los que acabo de ver en San Antonio--aves obligadamente migratorias que, a diferencia de las naturalemente viajeras, no podrán nunca volver a sus tierras de origen. Su presencia, aunque obligada, nos añade al lugar una variedad que se agradece.
1 comentario:
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