Prisionero
Con los años, en su soledad estéril, ha aprendido el condenado a escribirse a sí mismo para no hablarles a los muros arañados de su celda.
Entre línea y línea de escritura camina de un rincón a otro de su encierro, dibujando con sus pasos sin destino el signo del infinito, propio del suelo de toda jaula de animal atrapado.
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