Náufrago o navegante solitario
--Ya para qué--dice, aunque no hay nadie que lo oiga.
Se ha cansado y deja que al remo--que se le soltó de las manos agarrotadas--se lo lleven las olas.
Al menos el cielo está adornado de enormes nubes blancas que sugieren alturas ideales.
La brisa del mar, fresca a esa hora, sienta bien: buen momento para la siesta.
Sobre el horizonte bamboleante el nublado imita montes de islas que sabe imaginarias. En el sueño se dirige a ellas, siempre distantes.
En la inmensidad del océano extendido a todo el rededor la embarcación al garete--desnudo el mástil--no es más que el resto de algo que flota: basura inútil que el mar probablemente deposite en una playa o destruya contra las rocas de la ínsula soñada.
Intenso el sol inventa fiebres y fogatas.
1 comentario:
Me parece perfecta analogia del acto de crear...en este breve texto vemos algo no desconocido pero tampoco real.
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