Una vez más: el otoño
¡Qué más fotos puedo tomarle a mi ventana!
El esplendor de otoño que ésta enmarca me impide bajar la vista sobre lo que llevo intentando leer esta tarde de lentas horas. La mirada se embelesa en el afuera.
No hay necesidad de describir la vista reducida del patio de atrás: unas matas y árboles intensamente verdes, casi negros en el contraste con otros árboles y matas de un dorado que el sol en descenso intensifica. Los opuestos deleitan. Un trozo de cielo en lo alto tiene el celeste perfecto de un esmalte.
¿Por qué nos atrae así, con poder tan intenso, el otoño?
¿Qué hay en el aire y su aroma, qué en la luz, en los colores de estos días que nos fascinan y nos ponen en un estado de ánimo a la vez nostálgico y exultante? ¿Cómo nos trastornan los colores de las arboledas, cómo la brisa tibiofresca, el aroma, él ángulo inclinado de la luz como de un sol en decadencia?
¿Será que el otoño es para el año como el atardecer—intensamente colorido—es para el día? Ambos, otoño y atardecer, nos sobrecogen con el esplendor de su espectáculo de postrimerías. Nos hablan los dos de un final inevitable que, tal vez por lo mismo, se muestra melodramático, impresionante.
Tópico común—manido acaso—éste del otoño: ¡cómo no volver sobre el mismo, una y otra vez, embobados!
1 comentario:
Excelentes toma y texto. Mi estación favorita: otoño-invierno.
La melancolía y el viajar en la naturaleza.
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