El artificio de la escritura / The artifice of writing


martes, 17 de septiembre de 2024

Un sapo más en el charco de las ranas


Quienes me conocen saben que a lo largo de los años, que mi buena salud ha multiplicado, he escrito mucho---tal vez demasiado---y que, con toda probabilidad, seguiré escribiendo mientras nadie me dicte o ruegue que me calle.

Quede constancia, como a mí me consta, que nunca he pretendido escribir para convencer a nadie porque no sólo no tengo la autoridad suficiente para hacerlo, sino porque también me falta todo afán de convicción en lo que pienso, divago y digo.

A lo más propongo algunas posibilidades.

Escribo sin más autoridad que la que me otorgan mis capacidades de observación y análisis y la experiencia y conocimientos adquiridos en lo que va siendo una vida fecunda en años.

Por varias razones escribo, siendo la principal una necesidad---o un hábito muy antiguo---de poner por escrito, en palabras---como quien tañe un instrumento musical---la batahola mental incesante en que el lenguaje---sus múltiples demonios---trata de expresar clara y lindamente lo confuso y extraordinario.

Otra razón de mi escritura es---quien lo niega---el ocio. Venciendo la desgana existencial de la pereza, ese tedium vitae inspirador de los filósofos, escribo para darme un gusto inofensivo---espero--y distraerme.

Escribo, se podría decir también, de puro aburrimiento.

Y sí---lo admito---también escribo con la vana ilusión de que me lean. Humano soy y asumo que, como tal---como egocéntrico ser social---, sufro de una necesidad obsesiva de sentirme presente y reconocido. 

El yo quiere ser yo no solo ante el espejo.

A nosotros, los humanos, no nos basta toda la atención ni toda la admiración ni todo el cariño que nos puedan dar los otros.

Padecemos del temor al abandono. 

Y de puro temor escribimos.

Es lo que observo, raciocinio y afirmo con mi limitada autoridad personal que, a lo más se atreve a sugerir interpretaciones sin pretender imponerse.

Añado con esto---vanidosamente, por cierto---mi voz más o menos afinada, al coro universal del proverbial charco locuaz de las ranas y al bosque sonoro de las innumerables cigarras.





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